Hace más de 165 años, revolucionamos la industria de la relojería al utilizar engranajes de latón y técnicas de ensamblaje modernas, lo que permitió que los relojes para el hogar bien fabricados fueran accesibles no solo para los ricos. Cuando ayudamos a trasladar el reloj de bolsillo a la muñeca a principios del siglo XX, nos centramos en combinar la artesanía tradicional con la tecnología más avanzada y en poner relojes sólidos y duraderos al alcance de todos.

En los años 60 presentamos al mundo el Marlin, que lleva el nombre de un pez para indicar su extrema durabilidad bajo el agua. Este reloj se convirtió en uno de los ejemplos más famosos de cómo podemos “aguantar una paliza y seguir funcionando”: en una serie de anuncios televisivos en directo, el Marlin fue sometido a brutales “pruebas de tortura” para demostrar lo invencible que era.

‌Luego llegó la crisis del cuarzo a principios de los años 70. Con la llegada de la producción de relojes de cuarzo precisos y asequibles, la industria de los relojes mecánicos se vio en peligro. Los relojeros tradicionales como nosotros tuvimos que adaptarnos o correr el riesgo de desaparecer en los libros de historia. Y ahí es donde realmente comienza la historia de Q. La relojería de cuarzo demostró ser algo más que un avance: cumplió nuestra promesa de ofrecer relojes de pulsera precisos, fiables y asequibles, sin dejar de ser fieles a nuestro siglo y medio de tradición. La década de 1970 trajo nuestra primera gama de relojes de cuarzo con un diseño icónico tras otro, acertadamente llamada la colección Q Timex.